LECTURA N° 1

Muchos expertos recomiendan no
dar a los hijos un móvil inteligente (con acceso a Internet) hasta los 14 años.
Un niño de 10 años no necesita un móvil, porque suele estar en casa o en el
colegio y está permanentemente localizado. Además, si tuviera un móvil, la
pregunta sería a qué servicios puede acceder desde el móvil (básicamente,
aplicaciones de redes sociales y mensajería) y a qué peligros estaría expuesto.
Por ejemplo, entre los menores de edad es frecuente el ciberacoso, en el que
las burlas, insultos y amenazas de unos menores a otros ya no se limitan al
colegio y al horario escolar, sino que se extienden a las redes sociales
durante todo el día.
Por otra parte, hay un riesgo
que no tiene que ver con ser víctima de un delito, sino con su desarrollo
personal (físico y psicológico, individual y social) y es la excesiva
dependencia del móvil, que puede terminar en un trastorno grave o adicción,
pero que mucho antes ya resulta preocupante, porque denota una falta de
autocontrol y autoorganización del tiempo y de las tareas que debe hacer, de
estudio y de ocio. Frente a ello, el mejor control parental no es el
tecnológico, sino la educación, la confianza y la comunicación desde pequeños.
A) Además del acoso escolar, los niños están expuestos al acoso en redes sociales.
B) Un niño que depende excesivamente del móvil puede desarrollar una conducta adictiva.
C) Los expertos recomiendan a los padres dar un móvil a sus hijos recién a los 14 años.
D) Los niños con un móvil acceden a aplicaciones de redes sociales y mensajería.
E) Frente a los peligros de Internet, los padres deben espiar digitalmente a los niños.

Los especialistas en derechos
humanos piensan que la representación de las personas en la publicidad es
injusta y discriminatoria. En el caso de hombres y mujeres, existe una fuerte
tendencia a presentar a los primeros como los protectores, los fuertes,
mientras que a las segundas las vemos básicamente en roles secundarios. Sin
embargo, las escenas discriminatorias no se circunscriben a esos ámbitos, ya
que al mostrar a un tipo de personas en las que predomina la piel blanca y los
cabellos claros, dejan de lado la diversidad racial que existe en nuestro país
(andinos, mestizos, afrodescendientes, etc.).
Mariela Jara señala que los
mensajes publicitarios también discriminan cuando exponen situaciones en las
que priman momentos de realización, felicidad y prosperidad económica en un país
en el que una gran parte de la población (24,8%) vive en la pobreza.
Para sus defensores, la
publicidad es el espejo de la cultura que hemos adquirido a lo largo de los
años. David Solari Martín explica que el individuo presta a los anuncios
comerciales ideales de belleza y comportamiento. La sociedad acepta un modelo y
la publicidad lo acoge. Es seguro que el color de tinte que más se vende en el
País es el rubio y acá las mujeres no son rubias. Entonces, estos mensajes nos
alienan o tenemos parámetros de belleza que no corresponden a nuestra realidad,
pero los aceptamos. Además, algunos spots publicitarios son androcéntricos
(comerciales de cerveza), sexistas (productos de limpieza) o se centran en una
determinada raza (productos de belleza). Por ejemplo, si vendemos mototaxis no
vamos a utilizar modelos de ojos azules, porque ese no es el público
consumidor.
Por otro lado, las marcas de
algunas instituciones bancarias y bebidas gaseosas tienen promociones en las
que aparecen modelos con rasgos andinos. Lo que sucede es que hay un problema
de identidad que provoca una falta de unidad entre los criterios y los mensajes
que se emplean para elaborar los avisos publicitarios.
Inteligentes, pero sin carácter, logran poco.
David Levin, cofundador de la famosa red de escuelas intermedias charter “KIPP” de Estados Unidos, que fomentan el estudio intensivo por parte de estudiantes de bajos recursos logrando que obtengan muy altas calificaciones para ingresar al alta secundaria y a la universidad, encontró que sus ex alumnos tendían a abandonar los estudios superiores graduándose solamente 33% al cabo de los 4 años del primer título universitario. Si bien seguía siendo superior al 31% del promedio nacional, estaba muy lejos de su meta de graduar al 75% de los egresados.
Levin encontró algo curioso: los alumnos que se mantenían en la universidad no eran los que tenían las mejores notas en el colegio, sino los que evidenciaban tener muchas fortalezas de carácter, como optimismo, perseverancia e inteligencia social. Eran aquellos que rápidamente se recuperaban de cualquier traspié sin quedarse atados a sus fracasos. Podían tolerar dejar de ir al cine para terminar sus trabajos, o mantenerse optimistas pese a los líos en el hogar ó pedir a los profesores trabajos adicionales para recuperar sus malas notas. En suma, encontró que si bien el C.I. (Cociente Intelectual) era un buen predictor de los puntajes de las pruebas nacionales de logros de aprendizaje, los mejores predictores de la permanencia en los estudios superiores eran los indicadores relevantes del carácter.
Es decir, tenía más relevancia el trabajo duro,
valiente y perseverante en búsqueda de un objetivo, como por ejemplo en el caso
de un atleta que se esfuerza y entrena duramente, se foguea en competencias en
las que a veces gana y otras pierde, supera sus frustraciones, sigue para
adelante sin rendirse, hasta llegar lo más cerca posible del logro aspirado.
Esa no es la experiencia que se llevan consigo gran cantidad de estudiantes a
los que “les viene fácil” el logro académico por sus ventajas intelectuales
genéticas, pero que se esfuerzan poco en cultivar su excelencia. Esas personas,
cuando enfrentan algo que realmente les resulta difícil, se achican y rinden,
porque no están acostumbradas a ese tipo de experiencias.
a) Tenían las mejores notas en el colegio.
b) Dejaban de ir al cine para terminar sus trabajos.
c) Pedian a los profesores trabajos adicionales para recuperar sus malas notas.
d) “Les viene fácil” el logro académico por sus ventajas intelectuales genéticas.
e) Evidenciaban tener muchas fortalezas de carácter, como optimismo, perseverancia e inteligencia social.
2. Según el autor, en la búsqueda de un objetivo tiene más relevancia:
a) Tener ventajas intelectuales genéticas.
b) Llegar lo más cerca posible del logro aspirado.
c) Superar las fustraciones cuando se pierde.
d) Esforzarse por trabajar duramente para seguir adelante sin rendirse.
e) Enfrentar algo que realmente resulta difícil.

¿Para qué sirven las tareas?
Parece una pregunta tonta, pero no deja de ser relevante, especialmente ante la inexistencia de evidencias científicas contundentes de que realmente sirvan para mejorar el aprendizaje de los alumnos. Las pocas evidencias positivas que hay siempre tienen la atingencia “depende del tipo de tareas de las que se trate”. Valen si son dosificadas, accesibles, cultivadoras de la curiosidad y motivación del estudiante, de modo similar a la de quien se pasa horas disfrutando de pintar, tocar un instrumento musical, hacer deportes o manualidades. Agregaría, además, sin notas, usadas como material para iniciar las clases siguientes, permitiendo que el profesor detecte qué es lo que los alumnos han hecho por su cuenta.
Una de las cartas a los padres más sensatas que he
leído últimamente es la de Lisa Waller, directora de la secundaria privada
Dalton, en Nueva York, anunciando que se reducirá la carga de pruebas y tareas
para no sobrecargar a los alumnos, y que las pruebas semestrales serían
postergadas dos semanas de modo que los alumnos no tengan que pasarse las
vacaciones estudiando para los exámenes.
Además, establecieron un ciclo de rotaciones de trabajos cada 5 semanas,
de modo que se alternen semanas livianas con semanas más pesadas.
Esta acción se suma a otras similares en las que
colegios que renuevan su pedagogía están bajando la presión por las tareas, por
considerarlas saturantes y desmotivadoras, componentes de “una carrera hacia
ninguna parte”, que lo único que hacen es privar a los alumnos del necesario
tiempo de sueño y del disfrute de su vida juvenil. Alumnos que estudian más de
3 horas por noche tienen una fuerte probabilidad de desarrollar conductas y
enfermedades asociadas a la privación del sueño, úlceras, dolores de cabeza y
sobre-estresamiento. Por lo demás, existen muy limitadas evidencias de que
dejar más tareas haga que los alumnos se vuelvan más hábiles.
A) La importancia de las tareas escolares en la mejora del aprendizaje.
B) La pedagogía moderna y las tareas escolares.
C) El efecto nocivo de las tareas escolares.
D) Evidencias científicas positivas sobre las tareas escolares.
E) ¿Para qué sirven las tareas escolares?
A) Estudiar no más de 3 horas por la noche.
B) Aprovechar las vacaciones para estudiar para los exámenes.
C) Aumentar la presión por las tareas escolares.
D) Realizar tareas dosificadoras, accesibles y cultivadoras de la curiosidad.
E) Privar a los alumnos del disfrute de su vida juvenil.
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